Desde brote supe lo que quería.
Crecí durante cada día de calor esperando la noche para verte.
Como un premio de plata a mis esfuerzos, llegabas desde el horizonte. Mi amada luna. Cuántos inviernos te he soñado, y al sentir el despertar en primavera, convertí cada rama verde en leña.
No cejé en mi empeño de tocarte, ni cuando aquel rayo funesto cortó mi brazo, ese que más se te acercaba.
Creo que te amo desde semilla, porque tú, luna mía, fuiste lo último que vi antes de hundirme en la tierra y lo que me dio la fuerza para sacar mis verdes brazos que siempre han sido tuyos. Cada mes de agosto marcas en mi tronco un nuevo anillo y renuevas la fuerza en mis raíces. Tú sabes de mi amor, no me lo niegues. Te vi después de la lluvia acurrucarte entre mis ramas reflejada…
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